Cuando el Aburrimiento ya había dado el tercer bostezo, la Locura, que era muy atrevida, comentó:
- ¿Por qué no jugamos todos al escondite?
La Intriga enmarcó una ceja y la Curiosidad, también allí cerca, preguntó:
- ¿En qué consiste ese juego?
- Consiste -replicó la Locura- en que yo cuento de uno hasta un millón, mientras ustedes se esconden y al primero que encuentre ocupará mi lugar una vez que los haya localizado a todos.
La Alegría comenzó a reír entusiasmada, y la Euforia dio tantos saltos de contento que terminó por contagiar a la Apatía, a la que casi nunca le interesaban estas actividades.
- Uno, dos, tres............... comenzó a contar la Locura.
La primera en esconderse fue la Pereza, que se dejó caer tras una piedra que había allí cerca. El Triunfo decidió escalar hasta la copa del altísimo árbol que estaba en las cercanías, y la Envidia se escondió tras su sombra. El Deseo y la Sensualidad se introdujeron en el fondo de un volcán. La Belleza encontró un hermoso lago que hacía honor a sus atributos. La Mentira se escondió en el mar, ¡mentira!. Se escondió detrás de arco iris. El Olvido, se me olvidó donde se escondió. La Verdad decidió no ocultarse: ¿para qué, -Se dijo- si al final siempre me encuentran?.
Ya todos habían elegido su lugar, pero el Amor no encontraba su sitio...
- Novecientos noventa y nueve mil novecientos noventa y ocho... -concluía la Locura.
Justo en esos últimos momentos el Amor divisó un bellísimo rosal y se precipitó en su interior.
- Novecientos noventa y nueve mil novecientos noventa y nueve, ¡un millón!.
La Locura encontró rápidamente a la Pereza, que se había quedado dormida bajo la piedra donde se había escondido. Después encontró a la Generosidad, a la que no le había dado tiempo de esconderse, pues se había dedicado a buscar lugares idóneos y bonitos para sus compañeros: que si el coqueto lago para la Belleza, que si un ardiente volcán para la Sensualidad y el Deseo, etc. Al Triunfo lo divisó elevado sobre el majestuoso árbol, y no le resultó difícil deducir que la Envidia debió estar allí cerca. A la Duda la descubrió sentada sobre la valla, todavía decidiendo si esconderse delante o detrás de ella.
Uno a uno fue encontrando a todos pero el Amor era el único que no aparecía. La Locura rebuscó varias veces y cuando ya estaba dispuesto a abandonar, vislumbró el hermoso rosal. Pensó: -seguro que es aquí donde se ocultó-.
La Locura agitó fuertemente el rosal y dentro se oyó gritar al Amor:
- ¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaaayyyyyyyyyyyyyyyyy!
Cuando la Locura sacó al Amor de su escondite observó que estaba herido en los ojos. La Locura se disculpó, rogó, pidió perdón incontables veces, se le ofreció al Amor incluso como su lazarillo.
Desde entonces cuentan que el Amor es ciego y que la Locura siempre lo acompaña.